martes, 17 de agosto de 2010

El dolor



Puro dolor. Aparece en nuestro cuerpo sin ningún aviso previo. En nuestro, ahora. Débil y triste cuerpo. Dañado por dentro, frustrado por fuera. Ignorado por las espaldas, e insultado y criticado, seguro, por delante. Sinceramente, como todo el mundo sabe, hay tipos de dolores. Principalmente pero no más importante, un dolor exterior. Por ejemplo una simple herida, una fractura o cualquier de todas estas cosas. Esos daños son sencillos. El segundo tipo de dolor, es el de tu interior. Lo que más te daña. El que cuesta ignorar. El que duele y daña a la vez. Por las dos bandas, detrás y adelante. El que cuando menos te lo esperas, te deja en el suelo. Derribado. Acabado. Y ahorcado. Cuando te giras, te lanza, sin temor al gran vacío. Y como hay diferentes dolores. Hay diferentes personas. Gente, que el dolor lo esquiva. Huye del él, y lamentablemente lo consigue. Son cobardes. Corren y corren, intentando esconderse de un dolor que dicen dañarte, en realidad beneficia. Debes acompañar al dolor. Vigilarle. E incluso cuidarle. Ser su amigo. Su aliado y su compañero. Su fiel y a la vez vil compañero. Atento a lo que debe hacer. Cuidándote a ti mismo por encima de todo. Esperando y esperando que se canse. Y cuando se canse, se ira. Se ira de tu mundo y de tu linda vida. Y dejara atrás, espero, su ruin vida. Debes esperar y esperar a que llegue la hora. A veces acaba yéndose, se acaba aburriendo. Te deja atrás, por fin, tu esplendido cuerpo. Pero lo peor, es que a veces, el dolor no se va. Esperas y esperas algo inexistente. Algo que no llegara. Que no sucederá. Al saber esto, debes salvarte a ti mismo. Debes convencerte a ti mismo. Recoges tus fuerzas. Y sin miedo, enfrentarte a él. Te enfrentas al dolor. Al dolor del corazón o de cualquier otro sitio. Al dolor, que tantos llantos te saco y te derrumbo.

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