Ya lo recuerdo, había pasado exactamente un mes de que acabara el colegio. Todos aún tenía la alegría de que el cole se había acabado y que no habían tocado ni un libro desde el ultimo día. Todos estaban jugando en las calles, saltando e intentando volar, todos y cada uno de ellos estaban alegres, todos menos yo. No se me había muerto nadie, ni mi abuelo, ni mi abuela ni nadie. Lo cierto es que se encontraban incluso mejor que yo. Es extraño, y creo que me atrevería a deciros que pensáis que estoy loco. No estoy loco, soy raro. Loco, como dice mi madre, es el que hace locuras, como el tonto, es el que tonterías. En ese momento no era ni un tonto ni un loco. Era Javier, o así me llamaban. Mi padre me llama Javi, tan solo él, creo que era la manera de que solo él me llamara por un nombre “especial”. Mi padre se llama Pol, pero le llamo papa y mi madre, Laura, a ella le llamo mama. Me estoy yendo, lo siento, como iba diciendo odio las vacaciones.
Era 1 de agosto y estaba tumbado sobre el sofá, sudando a más no poder por culpa de las mil y una radiaciones del sol. Exactamente, no me acuerdo que estaba viendo por la televisión, pero debió ser algo muy aburrido, ya que recordé la estúpida vida que llevaba. Creo que es por eso que odiaba las vacaciones. No tenía amigos. No lo he dicho hasta ahora, ya que es algo verdaderamente lamentable y personal. No me relacionaba con ningún niño del barrio donde yo vivía, los creía estúpidos y los del cole, creo que los de mi clase no me tenían bastante aprecio como para llamarme. Ni yo el bastante coraje. Soy un poco cobarde, no me atrevo a casi nada. Tan solo a estar tumbado todo el día viendo la estúpida caja tonta. Es lamentable lo sé, pero en ese momento creo que no podía hacer nada. No os mentiré, así estuve días y días, sin moverme, comiendo y acomodándome sobre un sofá, que le repetiré mil veces a mi madre que debe comprar otro.
La amistad, sinceramente es el placer de vivir la felicidad. El dinero también, la amistad, el amor, la compañía, no te producen la hermosa felicidad eterna, dan el placer de vivirla. El placer de entusiasmarte por ella y producirla al máximo. Lo diremos de otra manera, la felicidad es como un grandioso puzle. Todas y cada una de esos piezas están desordenadas y escondidas por todo el mundo, el único “objetivo” es encontrarlas, cuidarlas y colocarlas una a una, despacito y con mucho cuidado en el puzle. Y cada vez que una se coloque, la felicidad se hará un poquito más grande y placer de vivirla un poco más inmenso.
Recuerdo esas palabras y esa reflexión, la tuve dos días después, sentado en mi cama. Con la cabeza para abajo mirando el suelo, en realidad me quede observando una hormiga que pasaba. Las hormigas son increíbles, nunca paran de trabajar. Sinceramente, yo siempre he creído que tienen una vida semejante a la nuestra allí dentro en su hormiguero, con su televisión, con sus coches, con sus deportes, etc. Ya os he dicho que era un poco raro, pero os recuerdo que no un loco.
Tras darme cuenta que me sentía ridículamente solo y con una vida extrañamente rara, me dispuse a salir de casa. Ya sé que suena raro, pero era un gran paso. Al cruzar la ultima puerta de mi bloque, toda la luz del sol me entró a los ojos. Me recordó a los días que te levantas por la mañana y vas tan dormido que al encender la luz del lavabo te quedas bastante ciego. Pero no me pare. Con sueño empecé a caminar. Baje las primeras escaleras, recuerdo que casi me caigo, y en un banco, a lo lejos había un grupo de 5 niños. Compartían risas y alegrías, me acerque a ellos, bueno, la verdad es que primero les miré de lejos, observé sus caras, entre 15 y 16 años pensé. Eran más grandes que yo, pero pensé que les podría mentir y gracias a mi altura simular un niño de 15 años.
- Hola, me llamo Rubén –dije. Siempre me ha gustado poder mentir con mi identidad y ya que lo hacía, lo tenía hacer del todo, ¿no creéis?.
Tan solo oí risas. La verdad, es que yo no era muy sociable, ni sabía muy bien cómo eran los jóvenes pero sí que leía; revistas, documentales, debates, algunos trataban de los jóvenes, y hay que decir que por lo que leí, ahora son un poco extraños y diferentes a los de antes. Pero proseguí.
- Soy nuevo en el barrio, y me gustaría hacer amigos –volví a hablar. La verdad es que no era nuevo, puede que llevara incluso más años que ellos.
- “Pos” siéntate aquí con nosotros –me dijeron. La verdad es que no les entendí demasiado pero me senté de todas formas.
Les expliqué con mentiras de donde era, y de donde venia. La verdad, cuando me pongo a explicar mi vida con mentiras no hay dios que me pare. Es como un pequeño vicio para mi, decir mentiras es como poder inventarte una nueva vida. Y jugar a ser Dios me encanta.
La verdad, eran unos niños muy extraños, pero no sé, me sentía aceptado, tenía amigos. O eso creo.
Mis padres, creo que estaban incluso más contentos que yo, la verdad es que se preocupaban muchísimo por mí, no podía decir que fueran unos malos padres. Yo también me preocupaba por ellos.
Mis nuevos amigos, así les llamaba, me esperan a las nueve de la tarde justo debajo de mi puerta. Creo que les había caído bien. No me dijeron a donde íbamos, les seguí. Lleguemos a un sitio oscuro, sucio y que olía bastante mal. Pensé en irme. Pero proseguí. Les pregunte donde estábamos, no contestaron, ya os he dicho, que estos chicos eran un poco peculiares. Cuando me di cuenta estaba solo, miré a mi alrededor y no había nadie. Miré mi derecha y a mi izquierda, en ambas direcciones había un árbol robusto y verdaderamente espantoso. Era casi igual. También miré al cielo, empezó a llover muchísimo, de golpe.
Yo siempre he pensado que la naturaleza tiene varios estados, tal y como nosotros los tenemos. Y se procesas, tal y como nosotros los procesamos. El cielo se nubla, la niebla aparece. La iluminación desaparece. Las nubes se manifiestan sobre el firmamento. Miles de gotas caen, millones de gotas emergen de antes un cielo limpio y dulce, ahora verdaderamente diferente. En pocos segundos, si el estado es fuerte y la consecuencia importante aparece un trueno. El rayo se ve, pero no se oye. Al empeorar la cosa, se percibe el sonido, incluso tu mismo lo notas. El cielo estalla en una explosión de lluvia intensa. El rayo se muestra en el firmamento.
Empecé a correr solo. Encontré una especie de casita, que me refugiaba de la lluvia. Odio la lluvia, ¿qué necesidad tiene de mojarme?. En la entrada de esa casa ponía, Cementerio de Brooklyn. Brooklyn era donde yo vivía. Me habían llevado a un cementerio. ¿Por qué?. Estaba rodeado de lapidas. Me dan mucho asco los muertos. Observe tan solo una, ponía, José García Juez. Me acerqué a ella, al tocarla me caí. Creo que me deslice por un especie de tubo. Y también creo que estuve un rato inconsciente, al despertarme me dolía la cabeza, estaba agarrado de las manos y de los pies. No podía moverme. Ni levantarme. Ni hablar, tenía un esparadrapo en la boca. ¿Qué me había pasado? Intente gritar y pedir ayudar, era inútil.
Se me acerco un hombre con una túnica negra. Parecía un fantasma, os lo digo enserio. Es probable que no me creáis pero os lo juro, que miedo daba. No le puede ver la cara pero tenía un cuchillo entre la manos. Os lo digo en serio, no me creáis si no queréis, pero es verdad. Lo vi con mis propios ojos. Y mis ojos no me suelen mentir. Me hice la inesperada pregunta, ¿existen los fantasmas?, o peor aún, ¿podría contarlo? Sinceramente tenia muchísimo miedo, puede que vosotros no, pero yo si. Si en ese momento hubiera sido un niño pequeño, me hubiera meado y cagado encima, os lo aseguro.
Tras acercarse a mí, me desató. Me quede flipando os lo juro. Dijo llamarse José García Juez. Me explicó lo sucedido, me dijo que esos amigos míos, me querían gastar una broma, me ataron para que me asustara, y que me recogerían a la mañana siguiente. Pero, eso no es lo que más me sorprendió. Dijo ser un fantasma. El muerto de la lapida que había tocado. Era amigo de un fantasma, ¿os lo podéis creer?
Es probable que las hormigas no tengan una vida semejante a la nuestra ahí dentro en su hormiguero, seguro. Aunque yo siempre mantenga esa opinión. Y también es probable, que nunca tenga un amigo del todo normal. Pero eso nadie, ya todos somos bastante extraños a ojos ajenos. Yo había conseguido un amigo, sin mentir sobre mi edad, sobre mi nombre, sobre mi personalidad. Deseaba estar con un amigo así. Y lo había conseguido. Y sinceramente no creo en los fantasmas, ya que para mí, él, era persona normal, no era ningún fantasma, ni un monstruo. Si no mi amigo.
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