No os contare mi vida. En realidad si pudiera contaría la vuestra, porque sinceramente me encantaría imaginar vuestras vidas. Soy muy imaginativo. Seguramente que sois grandes personas, con una determinada cantidad de dinero, afortunadamente una cantidad amplia, y unas personas respetuosas dentro de esta sociedad, porque sinceramente, no me imagino a ningún vagabundo leyendo un libro. ¿Os imagináis en la época de Jesús un leproso leyendo un libro? Pero no os creáis que soy una mala persona o algo de eso, pero es que tan solo pensar que muy pocas personas tienen derecho a un simple libro, me pone histérico. Aunque me gustaría bastante ser multimillonario, pero de momento no puedo nada más que soñar con una lujosa casa, con un lujoso coche, y con una lujosa vida. Ara mismo, a día de hoy, me conformo con un piso de no muy grandes dimensiones en Berlín. Porque en Berlín os preguntareis, ¿por qué?, si yo soy un gran catalán del centro de Barcelona. Veréis, mis padres y el director de mi instituto me consideran uno de los mayores estudiantes, con un gran futuro, y por supuesto, con un grandísimo cerebro. Y con 15 años decidieron que cuando acabara de formarme en bachillerato iría a estudiar a la Universidad Humboldt de Berlín, una gran universidad, supongo que la conoceréis, según me dijeron, por esta universidad han pasado muchos de los grandes intelectuales y científicos alemanes de los dos últimos siglos. Entre ellos, por ejemplo se destacan: el físico, Albert Einstein, el poeta Heinrich Heine, el fundador del Partido Socialdemócrata de Alemania Karl Liebknecht, el gran cirujano Johann Friedrich Dieffenbach y muchísimos más. Aunque no me lo creo mucho, tantos genios en una misma universidad parece mentira, y encima pretenden que yo sea uno de los grandes. Bueno, siempre he dicho que soñar es gratis, de momento. Pero no sabéis lo peor, me habían comentado de ir a Berlín a estudiar para poder formar mi futuro lo más sólido posible, pero claro, es Berlín, no Barcelona y ahí no hablan catalán, ni español, hablan alemán. Ya me veis a mí con 15 años, mientras el resto de los chicos de mi clase iban a baloncesto o a jugar a futbol, yo iba a clases de alemán, a parte de las de Ingles. Me consideraba un tío desgraciado. Creedme, el alemán es el peor idioma que conoceré. El más raro, y el más complicado. Mi abuela también me enseñaba alemán, es alemana pero vive con mis padres, creo que le echaron de la residencia. Se parece bastante a mí, es muy problemática. Lo bueno de ella, es que no le gusta el español, dice que es demasiado vulgar y que ella tiene muchísimo estilo como para hablarlo, prefiere hablar catalán o alemán, principalmente alemán. Y os lo digo en serio, me encanta mi abuela, me encanta poder hablar con ella en alemán y que nadie nos entienda, que nadie se meta para intervenir. Es como si hablara en otra galaxia. En un lugar secreto que solo ella y yo sepamos. Y cuando me meto en temas delicados o en problemas que no quiero que mi madre se entere, acudo a ella. La describo como la abuela perfecta. La verdad es que no describo a toda mi familia así, ella tiene preferencias. Bueno, primero de todo no os hablaré a cerca del resto de mi familia, es algo personal y no me gusta meterme donde no me llaman. Soy bastante cobarde. Aunque, yo y los problemas solemos ir juntos siempre, allí donde vaya. Bueno creo que los problemas rodean a toda mi familia, incluido principalmente a mi hermano, ara mismo creo que ocupando, (si no intenta escaparse como hace dos días), una de las celdas de la Cárcel Modelo de Barcelona. Por suerte, él siempre ha sido la oveja negra, yo en cambio, el gran intelectual. Me tenían encima de un gran altar. Como si yo fuera la gran salvación o como si yo fuera el Dios de una religión y me tuvieran que adorar. Si os digo la verdad odio las religiones, y pensar tan solo un poco en eso me ponía histérico. Es lo que más odio. Miles de personas adorando a una persona que ni han visto, no saben ni si existe, y aun peor, saben de sobras que no han hecho nada por ellos. Nada. Absolutamente nada. Yo siempre he ido a un colegio de monjas y siempre me han hecho rezar, pero por costumbre. Y si os lo confieso, estoy hasta bautizado, pero tan solo he rezado una vez porque quería, y fue en el17 de mayo de 2006. Un día en el que sufrí como un condenado. Aún lo recuerdo, casi llorando que me encontraba, salí al balcón y recé. En esa época sí que creía en “él”. Era pequeño, no sabía ni lo que hacía, ni en que creía. A sí, me acuerdo de una cosa, tenia novia, y vaya novia.
Supongo que en eso es de las pocas cosas que distingo mi vida aquí, en Berlín, y mi vida allí, en Barcelona. No he visto una tele tan aburrida como la alemana, el futbol no es mismo. Pero bueno, hoy era sábado y creo que todos los estudiantes de Humboldt se iban a reunir para ver el futbol. No lo sé muy bien, pero creo que jugaban dos grandes equipos. Creo que es un gran clásico y según lo que he oído, es el mejor partido del año y aún no se creían que me lo iba a perder. Vaya panda de hipócritas. A sí que estuve toda la noche ocupando la habitación de mi piso. Fumando y viendo lo más penoso que podían hacer por televisión, algo que no hablara de lo que me estaba perdiendo. Odio cuando un país entero se vuelca en una cosa tan inútil e insignificante, no hacían nada más que hablar, hablar y hablar de futbol. Apague la tele. Cuando apagas algo que hace ruido y lleva bastante tiempo encendido, añoras su presencia y el ruido que produce, notas la habitación y todo el piso en un silencio fastidioso. Y cuando notas tu propia habitación en silencio, te empiezas a dar cuenta que olor no es nada cautivador. A sí que salí de ahí corriendo, creo que ni cerré la puerta de la prisa que llevaba. Por la calle no había ni una alma errante, a lo mejor dos o tres coches vi en toda la noche que estuve volteando por la zona cercana a mi piso. No tenía ni dinero para beber, ni ganas para fumar, y no sé porque, ni como exactamente pero decidí visitar a una persona en especial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario