Caminaba
descalzo, atónito bajo el vulgar cielo que me encubría. Un edén simple, liso, eternamente
gris, enredado de nubes, cubierto de robustas gotas de agua que emergían del
triste edén. Cada una con una velocidad diferente a la anterior. La gota
presente sería más gruesa, más violenta que la pasada. Sería más vulgar, menos
amable y menos educada. Mis pies bailaban y gritaban seducidos por la extraña
lluvia, una mujer se me acerco a escasos centímetros. Sus ojos rebosantes de agua, su rostro mojado, pero su figura y su piel era fina y lisa. Su cabello
tan simple como cada una de sus gotas. Tan rizado, tan enorme, tan y tan dorado
como el trigo más resplandecido, como el remplazado Sol.
Mis ojos son transparentes, como en realidad es el amor, me susurró.
Mis ojos son transparentes, como en realidad es el amor, me susurró.
Tweet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario