jueves, 17 de mayo de 2012

Declaraciones de un asesino

“Tan solo recuerdo la dulce boca de aquellos pequeños infantes, enamorados quizás. Ahora esos sentimientos lastimados. Agarrotados. Pero escucharme, no por ello significa que no los necesite. Son enormes trofeos para mí. Como el noble cazador que enmarca en su habitación, lo que sin saberlo, podría haber sido en otra vida. El tacto, el olor son premios para mí, e incluso el honor de haberlos destruido. Aquí y ahora, a punto de unirme a ellos, no gritaré ni alzaré la voz lo más mínimo, lo siento pero lo único que hice fue demostrar sus existencias, como ahora, quizás, haréis conmigo. ¿Acaso, astuta dama, aquella que me mira con aspecto desafiante, después de que yo me muera será quien se queme lentamente y finalmente me acompañe?” Estas fueron sus últimas palabras. Fran Bell anuncio su esperado final y de mientras mancillaba con su propia sangre su rostro carbonizado, una sangre probablemente sucia, oscura y espesa.

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