domingo, 11 de julio de 2010

Placer de escribir; el escritor compulsivo

Mil cuatrocientas setenta y cuatro palabras escritas en todo este blog, millones de expresiones relatadas en todos estos textos. Millones de letras arrancadas de mi mente. Alegrías, sonrisas y tristezas anotas en un simple y extenso texto. Relatos, consejos, historias, declaraciones y testimonios firmados solamente por mi desde el 17 de abril. No es tan solo todo esto para mí, es algo más. Algo más bonito. Escribir a formado parte de mis días, como una obligación para mi vida. En esto exploto todo lo malo y todo lo bueno, relato todo lo que me pasa en unas extrañas e incomprensibles historias que parece que no hablaban de mí. Pero en realidad sí. Relatan mi situación, y lo que podría y tendría que hacer para mejorarla. Y a la vez, ayudando y dando fuerzas al que siente lo mismo. En este momento uno se transforma en un llamado “escrito compulsivo” con ganas de palabras, con ganas de expresar y de vivir más para poder escribir aun más y más. Hasta reventar. Hasta soñar con letras, hasta volar con las palabras sujetas en tu mente repletas de historias inacabadas. Historias que te ayudan a ser feliz, cuentos y sentimientos trazados palabra a palabra para sentirte mejor, con ansias de más. Ansias de saber que con esos sentimientos expresados estarás en los alto de la montaña, (que tú mismo con estas simples historias te has inventado), la llamada montaña de la felicidad, gracias a poder expresarlo todo, y explotar todo lo malo de tu interior, gracias a ello a todo ello, estas arriba. Estas arriba con ganas de más, con ganas de escribir más, porque sabes que escribiendo más, subirás más, hasta chocarte con tu propio cielo, que por supuesto, tú mismo te has inventado. Te creas tu mundo universal, mágico y espectacular. Un mundo donde tu mandas. Donde sueñas crear montañas de felicidad pero lamentablemente a veces se transforman en extensos llantos de soledad, pero escribiendo intentamos borrarlos. Intentamos camuflarnos entre letra y letra, se separan por espacios indispensables en un texto. Entre coma y coma hay un sentimiento. Hay ganas de volver a escribir, ganas de que se lean lo que escribes. Y que les guste. Que aparten unos minutos de su tiempo para que se lean lo que tu acabas de arrancar de tu mente. Y se les gusta acabas siendo, el inesperado “escritor compulsivo”, acabas soñando con ser el palo de la P, o incluso con el punto de la I. O con la tinta de ese bolígrafo que se está consumiendo poquito a poco cada vez que tu extraes todo lo que tienes en tu interior. Eso que siempre te ha costado tanto sacar, pero cuando lo escribes, se va. Se va de tu interior y va a parar al papel. Sale solo, incluso no sabes ni porque y mucho menos el cómo. Pero sale. Y eso gusta, eso hace a uno sentirse superior a los demás. Hace tener una impotencia sobrenatural sobre los que no escriben y aún más sobre los escritores que escriben por aburrimiento y no por arte, ni porque les gusta, si no porque se aburren. Se aburren en su vacio de soledad y escriben cosas sin sentido ninguno. Eso no ayuda. Quiero compartir mi mejor terapia, quiero que sepáis la felicidad que te entra al exprimir cada letra de tu interior. Quiero que conozcáis esto, el deseo de escribir. Os lo recomiendo. Liberas todo y es mejor que nada.

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