Si no me creéis miran vuestros relojes, les dije. Mire el mío, y observe que eran las cinco y media de la tarde, lo creí extraño, cuando dije que eran las siete y media de la tarde nadie se inmuto, sabiendo que había exactamente dos horas de diferencia. En ese momento no sabía si les aburría o simplemente les tenia boquiabiertos. Conduje a pensar, que les tenia boquiabiertos. La verdad, es que un defecto más que hay en esa enorme lista, era el de ser un creído. Un egocéntrico, presumido, o como lo que creeréis llamar. Pero no lo dije. ¿Dónde?, os preguntareis. Me gusta poner un poco de tensión al asunto, a si que no lo diré. Y siguiendo por lo que iba, no soy el típico niño pequeño que pone en su descripción de colegio que es guapo, simpático, divertido, generoso, sin saber en realidad lo que es. Yo como os he dicho antes llevaba una mala vida, acababa de pasar un grande, por no decir enorme bache. Tampoco me creía guapo, aunque la verdad, para las chicas lo era. Pero no os mentiré mucho, tenía un buen tipo, cuando podía iba al gimnasio, la verdad es que es algo que me gusta. Conocía a la dueña, es una vieja amiga del instituto, la verdad es que es una suerte hacer amigos y que triunfen y te hagan descuentos. Porque ella aparte de llevar un gimnasio era empresaria o algo de una gran empresa de productos de no sé qué. Ya os he dicho antes que uno de mis defectos, era no escuchar.
De todo eso, no les dije nada tan solo lo pensé, la verdad es que pienso mucho y muy rápido. Tampoco os diré porque estaba diciendo todas esas cosas, me encanta crear tensión, os lo aseguro. Pero si que os diré que había en esa habitación. Estaba rodeado de asquerosos micros y de unos repugnantes periodistas. No era famoso, ni un altísimo jugador de baloncesto, aunque me hubiera encantado mil veces serlo. Ni un actor, ni futbolista, ni nada que me relacionaba con el deporte. Si no lo sabéis os lo diré, estaba, creo, en una especie de sala de prensa.
Miraba alrededor y tan solo veía a ansiosos periodistas preguntando con estúpidas preguntas dirigidas a mí, al chico que ahora os está diciendo todo esto. Yo de vosotros estaría orgulloso. Lo notaba extraño, yo Guillem Palacios, 25 años, de Barcelona, Catalunya. En ese momento en Valencia, explicando a unos periodistas como era mi asquerosa vida.
La verdad es que no me gustan los famosos o a lo mejor no me gustan como los representan en televisión. En general no me gusta esa caja tonta que tanto miramos todos. La llamo caja tonta porque así es como es ella. Una caja con dos pares de esquinas produciendo sonidos constantemente, y a veces sin ningún tipo de información. Lamentablemente, esos sonidos se han transformado para algunos de nosotros en una función vital de nuestra vida, una acción que constantemente hacemos. Yo soy uno de ellos. Paré de pensar en estas cosas y les volví a hablar a ellos.
Bueno, ya os he dicho que no hablaría de mi vida, pero aquí, estoy obligado a hacerlo, así que como ya me habéis escuchado soy un mentiroso. La verdad, es que el defecto de mentir lo tengo subrayado bastantes veces, es algo que me perturba bastante mi vida. Pero no me enrollare mucho, parecéis cansados y con ganas de volver a casa. Oí unas cuantas risas. La verdad es que los periodistas o por menos esos, no tenía mucho sentido del humor, pero les seguí hablando. Me caían mal, la verdad es que ese sentimiento que tenemos todos guardado en una pequeñita esquinita del corazón, para mi estaba en descanso. Creo que ese es uno de mis otros defectos. De la amistad os hablaba. Yo les seguí hablando, la verdad es que hablo mucho. Bueno quiero hacer todo esto algo breve, les dije. Y empecé a hablar de verdad, cuando estás en una sala como esa y dispones a hablar, todas y cada una de las muchas cámaras que ahí se disparan, empiezan a fotografiarte como si fueras el único que supiera la solución para no acabar con el mundo. Pero si eso fuera cierto, no sería el único que lo sabría. Porque como habréis escuchado el mundo acabará estallándose algún día, es muy probable que nosotros no estemos, pero creo que lo notaremos igual. Y la verdad, la explosión que se producirá la hemos creado nosotros, es como si cada uno de nosotros pusiera un granito de pólvora hasta que ya no quepa más y estalle.
No me gustaban las cámaras, pero siempre he pensando que si odias o no te gusta algo, debes simplemente evitarlo, yo hice exactamente eso. Les seguí comunicando mi historia sin mirar a las cámaras.
Mi presencia aquí se debe a mis días allí. Lo recuerdo todo como si hubiera pasado hace cinco minutos. Recuerdo estar allí solo, inútilmente abandonado en una isla que no sabía ni que existía. Un sol profundamente caloroso. Un mar inmensamente grande. Como ahora estoy rodeado micros, antes estaba de millones y millones de árboles. Estuve 30 días a punto de morirme, viendo el mismo mar que me reflejaba cada día la estúpida cara que llevaba. Estaba ahí por mentiroso, por creído, por egocéntrico y por no saber escuchar. La verdad, en mis días allí, creía esa isla creada por mi alma. Siempre he pensado que nuestra alma o nuestra mente cuando eres una persona realmente asquerosa nos va diseñando poquito a poco algo con lo que hacernos sufrir, y hasta que no pienses alguna cosa que te haga recapacitar y cambiar no te enviara ningún perdón que te haga salir de esa soledad. Y por eso he creado mi lista de defectos, les dije. Para por fin un día tachar todo esto y dejar de subrayar.
La verdad es que si que se quedaron boquiabiertos, empezaron a aplaudir como locos. Porque sinceramente ellos esperaban una aburrida historia que explicara como llegué a la isla, y como y porque pude perderme y al fin, marchar. Pero no lo sabía ni yo. A sí que me dispuse a reflexionar y por fin averigüé la cruel verdad.
Me levanté, cogí la hoja y la rompí, pensé en hacer eso, pero no lo hice. Me quedaban muchos defectos por corregir y la verdad no quería volver otra vez a ese lugar.
Estoy seguro que después de eso, aparte de que las revistas de los respectivos periodistas se vendería a churros, ellos, iban a hacer la famosa lista. A sí que lo que sí que hice, fue, decir adiós, gracias y marcharme tras aplausos mire mi reloj i eran las siete y media de la tarde.
Tweet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario