miércoles, 31 de octubre de 2012

Político al volante

Era un hombre completamente corriente pero en cambio, lo que resaltaba de él no era su interminable sonrisa ni su buen humor y ni si quiera su entusiasmo, él lucía una gran melena rubia, inadecuada para su elevada edad, algo extraordinario y bastante raro para los años que tenia. Pero en cambio él aparentaba menos edad de la que te podrías imaginar, una verdadera ventaja, y su mujer así lo sabía. No os confundáis, no estoy diciendo que ella este con él por el simple hecho de tener pelo, no. Pero…  donde hay pelo hay alegría y él de eso tenía bastante. Pero en cambio no toda la alegría del mundo es equivalente a toda la suerte del mundo, y es aquí donde os quería llevar, el pasado miércoles murió atropellado cuando iba del brazo de su mujer cruzando un paso de cebra.

Fue terrible creerme, pero no he visto algo tan bonito en mi vida. Es cierto que habría sido mejor si él no hubiera muerto y todos hubieran comido perdices encima de una mesa grandiosa de madera rodeados de sus seres queridos. Si, habría sido la próxima película de Disney, pero eso no existe, es ficción y la realidad es como os la contaré a continuación; él se disponía a cruzar la calle cogido de la mano de su mujer. Sospechar, si aún no hemos viajado al futuro es para ahorrarnos las tristezas, los dos eran en ese momento las personas más felices del universo, pero todo eso sin saber el futuro, sin saber que dentro de unos segundos un loco perturbado con esmoquin, corbata y zapatos, seguramente; político al volante, iba a intentar involuntariamente atropellarlos a los dos, en cambio él apartó de un empujón a su mujer y la pudo salvar. Des de el final de la calle -que es donde estaba yo- se escuchaban los llantos de la mujer, milésimas de segundo después de atropellar aquel perturbado a su marido. Llantos y llantos y más llantos, y lo peor de todo es que aún no sabía que estaba muerto, imaginaos si le hubiesen disparado, no me imagino el amor que debía haber entre esa pareja. En medio de la calzada estaba hecho un guiñapo el hombre que había compartido con ella muchos años de existencia, y ahora bajaba del coche el culpable de su muerte. Yo personalmente le habría matado al segundo, después de sacar el pie del coche y antes de ponerlo en el suelo ya le habría matado las veces que me hicieran falta para olvidarme de mi mujer, pero ella ni se inmuto.

El culpable, en ese momento el hombre más odiado del mundo, bajo de su coche. Era calvo con gafas y con una barba demasiado descuidada para su edad, quizás fuera un político. Pero en general era feo, muy feo, demasiado feo para ser real, no es que le odie, aunque debería y podría, pero una persona capaz de atropellar a alguien es feo y nada más, no se merece buenos adjetivos. Pero era un feo con dinero. Exactamente con un Mercedes, quizás dos o tres o cuatro, pero ojalá los tenga abollados.

Aunque no lo creáis, bajo de su Mercedes con la mayor calma del mundo, lento, mesurando cada una de sus pisadas. Como si él no hubiera hecho nada, o creyendo que si lo ha hecho se convertiría en un juicio completamente ganado. Ni si quiera se acerco a la mujer ni al hombre, supongo que por miedo de mancillar sus zapatos.

Pronto llegó la policía, y enseguida apareció el furgón del atestado, mientras todas las bocinas del atasco sonaban y los peatones formaban un corro ante el espectáculo gratuito. Con la sábana cedida por una vecina, alguien cubrió el cadáver, que aún asomaba los pies desnudos por debajo. Durante un tiempo, la mujer estaba allí paralizada sobre el bulto ensangrentado que fue su compañero, mirando con los ojos perdidos al joven que lo había matado, y cualquiera pudo imaginar sus sentimientos. O por lo menos yo sí, enseguida corrí como una vieja maruja al lugar del accidente, y tuve suerte, pude ver los ojos de la mujer, creerme en sus ojos estaban escritos sus sentimientos. No me equivoque al decir que entre esa pareja había un amor verdadero, aquel que cuesta encontrar pero sin embargo ella lo había encontrado y amado, pero en unos segundos él le había entregado su vida simplemente para que no muriera, esto es el amor verdadero decía. En cambio ella no sentía rabia, simplemente tristeza por haber perdido al único hombre al que pudo amar pero ella guardó silencio hasta después del funeral. Cuando su marido descansaba bajo tierra confesó su emoción a una amiga mientras ambas compartían bollos con chocolate en un bar. Desde el día del accidente no había podido dormir, era tanta la añoranza que ella sentía que era imposible no soñar con él. Rezaba y rezaba para que simplemente hubiera sido un sueño lo que ella había vivido. Y lloraba por no haber vivido más aventuras con él.

No es la historia más bonita del mundo pero es una historia donde, por mi punto de vista, el amor triunfa, eso sí, no de la mejor manera.

1 comentario:

  1. Etss un crac meló!!! Mels he llegit totss eeh mhan encantaat! Jajja espero el seguent eeeh

    PD: ets un romantic!

    ~maguuii~

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