sábado, 7 de agosto de 2010

El gran puzle

He aprendido. Por fin he aprendido. Me he superado. He pasado la línea para poder ser feliz. Feliz sin ti. A caminar por la carretera sin ti. Sin una compañía existente, tan solo sonrisas. Me he vuelto a construir. He tenido que coger todos los trocitos que tú me tiraste al suelo sin ninguna explicación. Los he tenido que coger, al cogerlos, mojarlos de lagrimas. Limpiarlos de alegrías. Intentar reconstruirlos pieza a pieza. Como un puzle, pero con la vida misma. Como si un corazón estuviera dibujado. Al poner las piezas, y ver el corazón, saber que reconstruyes algo que un día alguien te rompió. Coges todos los trocitos, los colocas en una amplia mesa, para simplemente ver mejor tu vida. En esos sucios momentos piensas que no vale la pena, te preguntas que porque reconstruir, si te lo acabaran destruyéndolo todo. Demoliendo tus sueños poquito a poco. Acabando contigo. Y falleciendo tu espíritu. Tras concluir, con lo único que te quedaba, tu alma. Te hundes. Hundido, gritas ayuda. Tras encontrarla, crees que fusionando tu alegría con los poquísimos segundos que le quedan a la tuya, llegaras a algo. Opinas y crees saber, que con esa existente compañía acabaras tu preciado y desquiciado puzle. Tras ver a esa persona. Le pidas ayuda. No te oye. Te sigue sin oír. Por minutos, crees que pasa de ti o simplemente que esta sorda. Tras eso, sales de tu lago. Empiezas a correr, correr, y a correr detrás de aquella persona desconocida. Aquella persona se asusta, tras asustarse aligera el paso. Al ver que ha apresurado su paso, ves todo acabo. Tan solo te sale decir, por favor párate, necesito tu ayuda. Lo has dicho tan flojo, que si hubieras tenido a alguien al lado, no te hubiera escuchado. A pocos segundos que pasaran dos segundos de la ayuda, se para. Mira atrás preocupada. Tras ver eso, saltas y ríes de alegría. Tu no lo sabes, pero una pieza, justamente cuando te has alegrado, se ha colado en su respectivo sitio. Se acerca a ti. Y tú a ella. Ella, asustada, y tú, alegremente feliz. Estas a unos pocos metros de ella, al verte, te pregunta, que quieres y quien eres. Al oír eso respondes, tu ayuda y soy alguien que te necesita. Ella se ríe. Para romper el hielo, tu también. Después de una conversación larga y extensa le explicas todo lo sucedido, tu situación y todo lo que te pasa. Se siente insegura, lamentablemente no te cree, no cree que tengas que hacer un simple puzle para arreglar tu vida y tu estado en ella. Tú en verdad tampoco te crees, pero es tu única solución. Esa solución que confías que te salve de toda maldad. Y esperas que aquella persona sea la elegida. No sé cómo, pero acaba accediendo. Le pides gracias y mil gracias, pero ella sigue asustada, atemorizada por lo que pueda pasar. Por todo lo que llegue a concluir durante el día. Le acompañas a la mesa, donde está colocado el famoso puzle. Lo ve, al verlo se ríe. Piensa que tan solo es un simple puzle. Le intentas explicar que no, pero no te cree. Ves que una pieza está colocada, no sabes porque está allí. Al verla, la intentas sacar al ver que no se puede se lo dices a ella. Dice que as algo imposible, que he debido hacer algo. Le aclaras y le demuestras que no, que esas son las piezas de tu vida. Le dices que cada una de ellas representan un trocito de ti. Y que tan solo se pueden montar siendo feliz y que necesitas su ayuda para ver si ella puede hacerlo por ti. Asombrada, lo intenta. Las piezas no se mueven. No se mueve ninguna. Atónito, no entiendes nada. Todo es muy extraño. Tu sí que puedes moverlas, pero ella no. Les das la vuelta a la caja y inexplicadamente pone gravado, “No intentes que tu felicidad la construya otra persona, debes ser capaz de fabricar tu diversión. Luego la podrás compartir, pero tú, eres el único que debe construir el puzle.” Ella y tu, os quedáis fascinados. Sin saber porque, de golpe te cree. Al mismo tiempo te admira por poder construir tal puzle. Crees que todo está acabado. Ella, todo lo contrario. Quiere ayudarte. Quiere verte construir ese asqueroso y increíble puzle. Ahora, todo es al revés, ella te explica todo lo que tienes que hacer. Tienes que ser feliz y siempre el acompañante de la diversión. Quiere que plasmes la felicidad en las piezas. Te ayuda a ser feliz. Acabas siendo feliz gracias a ella. Feliz gracias a su felicidad. Acompañado de ella, el puzle se va realizando poco a poco. Tras la última pieza, la del amor. Entre tú y ella hay amor, la pieza ha realizado su gran tarea. Llega haber amor por aquella persona tan importante. En este tiempo acaba siendo la persona más especial de tus días. Todos los días vuelven a ser únicos con ella. Vuelves a amar y a confiar en una persona. Yo, te doy las gracias.

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